bloody monday

Desde hace unos días, el sol sale desenfocado y ténue. Pasa el día borroso, en silencio, detrás de alguna nube. Después cae de golpe, abatido tras la observación de las mismas personas, en las mismos lugares, hablando sobre las mismas cosas. La inquietante rutina lo destroza todo. Hasta hace poco el día y la noche se cedían paso el uno al otro, lentos y dulces, no dejaban de mirarse bajo un cielo azuloscurocasinegro. Sin frío. Sin calor. Contigo de la mano, amor.

Dice Rifkin que estamos en la era empática. Debe ser por eso que hoy estoy triste. Me corté mucho el pelo, como los árboles en esta época del año. Y así quedé: Esquilada y débil. Pero hay que cortar bien algunos tallos para que salgan fuertes en primavera. O eso dicen los abuelos, que siempre tienen razón. Me temo que voy a necesitar mucha fuerza. El viento frío hace que se resquebrajen los labios. Y que a veces te sangren. Le queda bien el otoño a tus dos ojos azules. Te alejas y sin embargo soy yo quien va menguando. Toso mucho estos días. La ceniza todo lo intoxica. Extinguiendo a golpes de mano en el pecho, cualquier resto de cualquier fuego de los que fuiste dejando aquí adentro.

No quiero apresurarme. Pero en tu silencio atento, pausado, rígido, frío y exquisitamente torturador… Creo entender que ya construiste un discurso sobre mí suficiente(mente) pensado. Y que ahora yo debería de besar tu mejilla, sonriente, mientras tocas mi cuello. Como si no me pareciera monstruoso saber que me miras fijamente en silencio mientras te estás marchando. Sin decir adiós. Como si no me pareciera monstruoso el miedo que provoca toda tu cordura en este temblante cuerpo.