no soy mala, es que me dibujaron así

Carta desde el psiquiátrico

Estaba sentada al borde de la cama. Su pelo, alborotado indicaba que aún no había salido de ese sueño tan maravilloso en el que saltaba de charco en charco. Sus ojos, en cambio, no tenían el aspecto de recién levantados, siempre estuvieron vivos. Tenía la mirada brillante, temblorosa, y fija en aquella ventana. La observaba como el niño que ve algo por primera vez. Desde ella, se vislumbraba un cielo tan limpio que casi resultaba obsceno. Llevaba así varios minutos, desde que yo entré en aquella habitación. Cuanto más la miraba, más sensación tenía de que el tiempo se había parado, parecía que me estuviera observando a mí misma. Tan sólo se distinguía que no estábamos ante un plano fijo, porque de vez en cuando su nariz se hinchaba al máximo, aspirando tremendas bocanadas de aire, que luego expulsaba procurando largos suspiros. Y sobre todo, porque se frotaba los ojos continuamente, trazando con los dedos cada arruga de su piel, cada surco de experiencia, para retirarse algunas lágrimas.

Cuando hablaba, sentía que mi voz era resquicio de la suya. Mis ojos, reflejo de su mirada. Mis palabras, fruto de cada abrazo, de cada enseñanza. Somos lo mismo. Soy como ella, soy su propia creación. Pero ella está aquí y yo allí, aunque por una vez, parece que estemos allí las dos. Parece que la entienda.

Acariciaba su cara, sus pliegues, sus brillos… Cuando justo nos interrumpió una enfermera en la habitación.

– Señora, tenemos por costumbre bajar sus persianas. Las alturas le dan miedo.-

Dicho esto, la señorita abandonó el cuarto, mientras mi madre comenzaba a reír a carcajadas, y yo contagiada, la seguía. ¡Díos mío! ¡Si hasta me río igual que ella!… La única diferencia entre mi madre y yo, es que si ella no se riera tan alto, nadie pensaría que está loca.

-Ya es hora de marcharme, mamá- Le dije. A lo que ella, apretando fuertemente mi mano, contestó:

-Hija… Ríe, construye, destruye, haz, llora, arrástrate, disfruta… Pero hazlo en silencio, o la gente sencillamente dejará de escucharte. Recuerda, eso sí es tener miedo-

Y siempre, siempre lo recorde…

Comentarios

  1. 3 respuestas a «Carta desde el psiquiátrico»

    En cualquier caso debo decirte que me ha sobrecogido el relato. Se corresponda o no con la realidad, en este caso, queda en un segundo plano. Escribes de pm.

  2. 3 respuestas a «Carta desde el psiquiátrico»

    Mi madre es la persona más de ficción que he encontrado, (y encontraré), en la realidad. Es de esas que les da miedo a todos, por ser la más auténtica.

    ¡Tengo esa suerte!

  3. 3 respuestas a «Carta desde el psiquiátrico»

    Menos mal que hay una mezacla de realidad y ficción: tu madre que te parió ríe mucho, hace reir más y nunca se calla, le pese a quien le pese. Así que no sé qué lección decirte que asimiles… si la de tu historia o la de verdad.