Ya os he hablado de mi compañera de batallas en la infancia. Con ella me pasaban las cosas más alucinantes, y a veces también, las más extrañas.
Durante un caluroso verano en Madrid, decidimos coger las bicis y cambiar de actividad. Lo de las hojitas perfumadas se había quedado obsoleto, así que tomamos nuevas costumbres. Corríamos hacia lo más alejado, y probábamos buzón por buzón a meter los afilados dedos de nuestras traviesas manos. Cuando conseguíamos extraer la correspondencia desechábamos rápidamente esas cartas tan poco interesantes como eran las que provenían de los bancos, hipotecas, etc. Y abríamos con impaciencia y excitación las que traían un remitente personal.
Las leíamos una por una, la mayoría eran aburridas, contando viajes y aventuras desde otras ciudades a sus más allegados. Pero otras eran de novios y amantes enamorados, que exponían su pasión a veces hasta límites verdes, verdes. Se pueden imaginar lo que nos reímos… ¡Y lo que aprendimos!
Una vez que leíamos las cartas, las poníamos cuidadosamente en el mismo buzón, y procurábamos dejarlas en el mismo estado que las encontramos. Pero un buen día de septiembre, encontramos en un buzón una carta sin cerrar, sin remitente, y sin destinatario. La abrimos con más curiosidad que nunca, y nos encontramos una nota que no se me olvidará jamas: «Espero encontrarte un día aquí, donde tú me enviaste. Cómo esto ya no existe, no existo yo, y tú en teoría dejaste de existir. Estas palabras entonces no son nada, fruto de lo que has hecho con todo. Pero se te olvidó un detalle: Aquí en el limbo también se sufre, hija de puta».
Nos quedamos blancas, completamente anonadadas y en silencio unos minutos. No sé porqué razón decidimos no devolver esa carta a su buzón. Quizá miedo, quizá por querer ayudar, aunque nunca sabré si acertamos con nuestra acción ese día. Lo que creo es que alguien nos quiso dar una lección ese día, nos quiso enseñar que los finales de cuento no son siempre Walt Disney. No sé si nosotras fuimos más listas, o la lección consiguió resultados, pero dejamos radicalmente de leer la correspondencia ajena.
Comentarios
11 respuestas a «Cartas»
Playstation 2 MP3 Player
Cartas
11 respuestas a «Cartas»
keno tm fr
Cartas
11 respuestas a «Cartas»
File Sharing MP3 Download
Cartas
11 respuestas a «Cartas»
Cartas
Cartas
11 respuestas a «Cartas»
Eran verdes y cochinas, jeje
11 respuestas a «Cartas»
Me da la impresion de que hicieron lo correcto.
En cuanto a lo de los temas de las cartas»verdes,verdes»es lo que estoy pensando o tengo que dejar de leer esas revistas?
XDD
11 respuestas a «Cartas»
Nos la jugábamos demasiado como para habernos asustado con eso David… 8)
11 respuestas a «Cartas»
Yo te había puesto tu esquela…
11 respuestas a «Cartas»
jajajaja. Eran mucho más interesantes los amores y desamores de verdad Pablito. En las revistas no lo adulcoran tanto aunque se lo propongan.
Esa inquietud de la que hablas natzan… Es realmente como pocas. De vez en cuando, para sentirte mejor, abrir una carta antigüa es un prozac estupendo. 🙂
11 respuestas a «Cartas»
Jajaja, y las q venian con revistas y catalogos adentro no miraban?
LM:»Quien lo diria… tan inocente q parecia» =D
11 respuestas a «Cartas»
increible historia. tambien yo en mi niñez cai en leer cartas, pero lo recuerdo con agrado. Me gustaba descubrir pequeñas historias ocultas en un sobre. inborrable inquietud que todavia en ocasiones me domina. un abrazo