Este fin de semana volviendo de darle un paseo a mi perro, tenía una pestaña en el ojo y fui corriendo al baño a quitármela.
Cuando lo conseguí, me encontré en el espejo con una tipa que debía de ser yo. Desde luego parecía yo, pero era yo con canas en la cabeza, una coleta maltrecha que se había desplazado a un lado y el flequillo revuelto. Era yo pero con una cara lavada donde se mezclaban granos en la zona del cuello, las primeras arrugas y algunas manchas de esas que ‘ya no se van’. Era yo pero vestida con un chandal con agujeritos en las rodillas, la zapatilla izquierda con los cordones desatados y una sudadera con capucha de mangas mucho más largas que los brazos.
En un momento de incredulidad absoluta, me quité las gafas y me volví a mirar. Esta vez aquella tipa ahora miope, parecía yo pero cuando yo era pequeña. Una niña con el mismo chandal, la misma coleta, la misma sudadera enorme, la misma zapatilla sin atar.
Me eché a reír. Me hizo mucha gracia esa tipa delante del espejo. Esa tipa. Que cuanto más mayor más niña. Que durante el paseo con su perro, y con granos y con arrugas y su coleta torcida y pantalón roto, pensaba que los bloques de casas le parecían bloques de juguete. Y que los paseos a solas con su perro le sentaban bien. Porque le concedía tiempo a pensar demasiado en las cosas que aún no habían pasado. Y a recrearse con las que pasaron y eran bellas. Y con las tristes para llorarlas bien. Y que aunque era invierno, a ratos parecía primavera. Y el mundo parecía una orgía de cosas bonitas. Lluvia, sol y viento y verde y amarillo. Y atisbos de piel. Y se acordaba mucho en lo elegante de su padre. Brillante. Como sus ojos. Como su mente. Como su verbigracia. Como su ironía afilada. Su voz melodiosa. Su figura firme, serena, tranquila. Como la de su sofá favorito. Su saber ser y estar en este mundo y su capacidad de inventar otros cuando éste ya no le gustaba. Como cuando era niño, decía él.
Me puse muy triste recordando a mi padre. Porque me sentía insignificante. Como un insecto. Para un insecto, la primavera debe ser como una especie de paraíso psicodélico muy breve. Por eso se metió una pestaña en mi ojo. Estoy casi segura. Y también estoy segura de que en ese espejo vi algo de él.
Comentarios
4 respuestas a «Como un insecto»
Ya te extrañaba!!! No has publicado algún libro? Me encantaría comprarlo
4 respuestas a «Como un insecto»
QUé buenos recuerdos @dopller :)))))))))
4 respuestas a «Como un insecto»
Hola, un breve comentario para saludarte y felicitarte porque aún conservas tu blog.
Hoy justamente me ganó la nostalgia y entré al mío después de tanto tiempo de haberlo cerrado, y revisando entre mis publicaciones, releí un post donde había copiado uno tuyo: https://unsilenciovisual.blogspot.mx/2008/11/cuidadofrgil.html
Ojalá nos des la oportunidad de seguirte leyendo.
4 respuestas a «Como un insecto»
Muy bueno, como de costumbre. Eres de España?