Yacía enferma desde la edad moza. Haber podido gozar durante algún tiempo de buena salud, y malvivir desde entonces tendida en la cama, le había generado un mal cuajo en la sangre de acidez insoportable. Tanto en las formas como en el fondo.
Uno por uno, había conseguido espantar a todo pariente, amigo, o cuerpo cercano de su alrededor… Exceptuando a su hermana Leyre.
Leyre era tres años menor que la enferma Susana, sin embargo, la pequeña siempre fue una chica más enérgica, más fuerte, y beneficiaria de una inmejorable salud, y de una no menos buena paciencia. Todas estas diferencias con su hermana, le habían hecho pensar que debían compensarse con una penitencia. Y para igualar un poco lo que la naturaleza, injustamente había separado, habría de pasar su vida al cuidado de ella.
Día y noche se desvivía por agradar a Susana, día y noche tras sus quejas, lamentos y punzantes palabras. Día y noche bajando y subiendo las escaleras hasta el cuarto de su hermana, cada vez que escuchaba el sonido de la campanita.
A veces, Susana ni se esforzaba en pedirle de su boca lo que necesitaba, con los años había encontrado un truco mejor. Escribía en un papel lo que quería, y lo pegaba en la pared que se situaba junto a su cama. Entonces hacía sonar aquella campana, y Leyre no tenía más que subir cuatro o cinco escalones para saber qué deseaba su hermana. Ya que ahí exactamente es de donde colgaba el espejo que, situado en frente de la cama de Susana, mostraba justo su reflejo, y de esa manera, enseñaba también el mensaje de su hermana…“ Una taza de té y unas pastas”, “Una revista”, “Mi crema”, etc.
Una noche cualquiera, Susana se dio cuenta de que Leyre hacía demasiados minutos que no se preocupaba por ella. Esto sólo había ocurrido una vez anteriormente, y Susana pensó que jamás volvería a ocurrir después de aquél escarmiento. Cuando esto sucedió, hacía casi año y medio, se le hirvió la sangre de tal modo, que hizo sonar la campana como una descosida. Leyre subió, muy alarmada, y entonces su hermana aprovechó para lanzar su ira diciéndole “Si así es como te preocupas por mí, un día te llevarás un susto”. Por eso, Leyre, desde entonces, no había dejado pasar más de 30 minutos sin preocuparse por ella.
Pero como les cuento, esa noche llevaba casi una hora sin aparecer por el cuarto de Susana, Leyre tocó y tocó la campanilla escandalosamente una y otra vez, pero seguía sin subir. Así que, la doliente hermana decidió darle el castigo de su vida. Escribió en su papel “ Ya es tarde para preocuparse por mí” y decidió hacerse la dormida, para que así, cuando Leyre subiera, imaginara que le habría ocurrido algo mucho más grave, y de esta manera hacerle sentir muy mal, reprenderle por fin como se merecía.
Sin embargo el papel estaba allí colgado, Susana pasaba ya demasiado tiempo haciéndose la dormida, y Leyre seguía sin subir. Pasó casi la noche entera, era Susana la que empezaba a asustarse, a sentirse demasiado sola. En un momento de pánico, decidió tirarse de la cama y arrastrarse, como podía, hacia la escalera. Chillaba “¡¡¡Leyre, Leyre, eres estúpida, mira lo que estás haciendo!!!”, y lloraba, y gemía. No lo podía creer, la rabia se apoderaba de ella, de cada vena de su cuerpo, dándole fuerza para llegar a la escalera, e incorporarse agarrándose como podía de un perchero.
Sudaba, sus manos estaban frías, su cuerpo pesaba ahora como nunca antes, apretaba sus parpados y sus dientes hasta casi pegarlos, y seguía pronunciando el nombre de su hermana entre furia y dolor. Finalmente, lo consiguió. Entonces, abrió sus ojos, y allí estaba, Leyre tirada en el suelo, en medio de aquella escalera de caracol. Estaba muerta, deslomada, reventada, debajo de aquel espejo… Donde aún reflejaba la nota de su hermana “Ya es tarde para preocuparse por mí”. Y fue allí, donde Susana, con los ojos abiertos en sangre, se desvaneció.
Comentarios
7 respuestas a «El espejo»
No he escrito historias alegres canijo? Mmmm tarea pendiente
7 respuestas a «El espejo»
Leyre tenia demasiado sentido del sacrificio como para tener neuronas.Y Susana culpaba al mundo del azar.Creo que ambas se lo merecian.Aunque tiene razon adiskide,por Dios,me gustaria verte escribir una historia alegre!Ácida,claro.Algo medio Burtoniano,vale?Te la dejo de tarea,por si quieres.
7 respuestas a «El espejo»
QUE PICARA!!!! ME ESTA GUSTANDO…
POR CIERTO SE NOTA QUE ESTAS ALGO MALITA!! YA ESTAS ALGO MEJOR!!!??¿¿?
CUIDATE
7 respuestas a «El espejo»
Leyre era mucho más frágil que Susana y, desde luego, menos inteligente. Murió reventada cumpliendo su propio deseo: cuidar de su hermana hasta que pasara su vida. Y pasó. ¿Descansó al morir?
Cuidado con las ataduras que nos autoinfligimos.
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Me enkanta kuando haces soplar tu «aire»…
7 respuestas a «El espejo»
joder, yo me he kedao jodido… como pa estudiar ahora y ya cortarme las venas… xD
7 respuestas a «El espejo»
A bartolo le gustan más las historía felices…..No más penas, no.
Mua xiketa.