Expuesto a una misteriosa y probablemente radioactiva nube mientras disfruta de un crucero, Scott Carey empieza a menguar gradualmente. La monotonía visual del director Jack Arnold se aviene perfectamente a lo absurdo y ambiguo de la premisa del guión de Richard Matheson. La primera mitad del film – en la que se retrata el trance del héroe como un problema entre médico, doméstico y socioeconómico- es una digna compañera de Delirio de locura (1956) de Nicholas Ray y Escrito sobre el viento (1956) de Douglas Sirk, en su irónica y terrorífica descripción de la vida de la clase media americana vuelta al revés. Pero es en la segunda mitad de El increíble hombre menguante – Scott, ahora más pequeño que el tacón de un zapato, cae al sótano y debe enfrentarse a varias amenazas naturales- cuando realmente despega, convirtiéndose en una apasionante y poética aventura de ciencia ficción. La insipiradora conclusión – «Para Dios no existe el cero»- constituye un raro ejemplo de cine popular con referencis metafísicas.
Gran parte de la fuerza de la película procede de su mordacidad psicológica y del fértil y preciso uso de los objetos; su arquitectura de escaleras, cajones, cajas de cerillas y latas pintadas. Para Matheson y Arnld, Scott Carey es un hombre universal radactivo: su aventura es una lección sobre la hostilidad del entorno artificial y de la propensión indestructible de la humanidad a creerse la medida de todas las cosas.
Comentarios
8 respuestas a «El increíble hombre menguante»
Apasionanten novela de Richard Matheson, muy bien y fielmente llevada a la pantalla por Jack Arnold. Una pelicula/novela inolvidable, que nos ayuda a comprender la insignificancia del ser humano en el vasto universo que nos rodea, pero al mismo tiempo nos conlleva a descubrir lo esencial de lo insignificante. Imprescindible pelicula/novela para el aficionado que aprecia el septimo arte.
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nuestra fantasia grandilocuente ,omnipresencia virtual, pone al descubierto su vacio limite cuando nos gira las circunstancias destinos de la vida, hacia planos donde no somos lo que creemos que somos y para ilustracion esta pelicula donde son innumerables los ejemplos donde hacemos crisis por no aceptar nuestra puequena ,bil, condicion humana ,tanto en lo personal como en lo social.
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Que increible es la red…
Nunca en la vida había oído sobre esta película. Y ahora, aqui frente al PC, siento curiosidad por una película de los 50´s. ¿Que nos depara el destino, digo yo?
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Sin embargo alguien escribió en su juventud:
Alguna vez encontraré en el cero
un aleluya insospechado pero cierto.
Será una sola voz, de campana y tintineo..
Y seguía. Claro que ése no era Dios, era yo con 20 años…
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Agobio o clautrofobia quizás se quedan cortos.
Es extraño cómo se comporta la memoria. La mía me permite recordar perfectamente el momento de agobio que pasé al ver al protagonista luchar con una aguja como espada, pero no me permite asegurar que la lucha fuese con una araña.
En cualquier caso, y teniendo en cuenta el tiempo que ha pasado desde la primera vez que la ví (seguramente no la he visto muchas veces más), si aun recuerdo lo mal que lo pasé, es que el director ha conseguido, de sobra, su objetivo.
No se cómo será verla ahora, pero en su día me impactó.
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Joder, pues yo ni la conocía!
Gracias, me la voy a apuntar.
Un beso.
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Dejando a parte el «sentimento claustrofobico» que te ve generando la pelicula a medida que el personaje «mengua»… la verdad es que es una pelicula que «vista una vez, vista para siempre».
Sin lugar a dudas, para personajes menguantes, me quedo con el Fele Martinez de Hable con Ella. En pocos segundos Almodovar consigue expresar una cantidad de ternura y sentimiento que dificilmente se insinua en todo el metraje de El Increible Hombre Menguante.
Besotes!!
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no diremos nada de los efectos especiales, no?
😀