no soy mala, es que me dibujaron así

La S de Serpiente

Nadie te avisa de que al llegar a los 30 vas a sufrir una crisis de identidad que recordará a tu época más adolescente. Nadie te avisa de que tu cuerpo se va a transformar, igual que en aquel momento, sin tu permiso. Que hay cosas que vas a tener que dejar de hacer o decir tan a menudo, porque ya no te sientan tan bien. Te encuentras perdida, buscando un yo maduro que no existe y refugiándote en un yo inocente que ya hace tiempo que no lo es. En este nuevo puente que te pone a cruzar la vida también te faltan cosas, claro. Cimientos que siempre estuvieron para sostener un cuerpo y una mente en pleno crecimiento, ya no están. Y tus amigos, tu pequeño grupo de amigos ahora es mucho más extenso, tanto que sin querer te disipas en él.

Nadie te avisa de que dejarás de buscar encontrarte contigo misma, para buscar cómplices con los que perderte de ti. Y que ahora que como dice Ángel Sala ‘vivimos en parque de atracciones histérico’, no se perdona un error, una falta, un día triste. Ya no. Porque el día que te permites parar unos segundos, llega rápido esa fascinación y pánico que nos crean las serpientes al pensar que estás en ‘la mitad de algo’. Y sientes que estás en mitad de algo que funciona concentrando a las poblaciones, repartiendo en el espacio, ordenando en el tiempo y que tú no quieres pisarlo. Quieres permanecer flotando, tratando de trazar un límite visible que, al menos, permita resistir una voluntad de fuga y que te hace al mismo tiempo sentir tan sola. ¿Cómo fugarse de algo que no tiene paredes y adopta la forma cálida de un estilo de vida? ¿Del anhelo de haber conseguido amarte, respetarte y sentirte acompañada sólo contigo?

Hay allí afuera un orden sonriente que vela por mi salud, que tiene un estilo bello, ondulado,participativo, femenino. Y que me mira mal por permanecer bajo este halo de pequeña autodestrucción al que me someto, ya no sé si voluntaria o involuntariamente, sintiéndome lejos pero ahogada de lo que soy, de lo que hago, de lo que tengo. Ni niña ni mayor. Ni sola ni acompañada. Mientras el tiempo pasa. Y no espera. Con la sensación de que hay que hacer un ejercicio para todo. Poner a trabajar las venas, las emociones, el sexo y la vitalidad. En busca de una motivación constante. Perdiendo una naturalidad que quizá nunca tuviste y de la que ahora sólo eres más consciente. Alejándome de la cercanía que un día os juro que tuve, obligada a una constante respuesta, una frenética emisión de mensajes lanzados sin cobertura ni subtítulos. Y que dudo que ni yo misma entienda.

Sigo en busca de una velocidad que me devuelva al ser lento que soy, a esa coreografía de los afectos, la percepción, el pensamiento, la no respuesta a todo. Como una serpiente camuflada que busca su propio límite invisible. Y que sí, tengo miedo. Mucho más miedo que cuando era adolescente. Pero no hay nada más maravilloso que decidir vivir sin saber cómo hacerlo. Con la protección que brinda la intemperie.

Comentarios

  1. 5 respuestas a «La S de Serpiente»

    Quizá es que asusta darse cuenta de que la vida es solo una búsqueda, un camino, por el que vamos madurando o no, a nuestro propio paso. El miedo es sano, la locura es no tenerlo. Saludos!!

  2. 5 respuestas a «La S de Serpiente»

    Pues espera a llegar a los cuarenta que ya verás…

  3. 5 respuestas a «La S de Serpiente»

    pero y tú qué haces en Movistar??? 😉
    bsosss

  4. 5 respuestas a «La S de Serpiente»

    Es difícil expresar en un relato toda una vida toda una puta vida… ya cerca de treinta eneros (o agostos)… y lo sabe plasmar, como sentirme tan profundamente orgulloso de una dulce niña con un cerebro prodigioso, de la cual intente buscar y jamás volví a encontrar

  5. 5 respuestas a «La S de Serpiente»

    De tus muchos textos, que siempre me han fascinado, me he reconocido tanto en este como en ningún otro. Es bonito que uno ponga el talento y encuentre las palabras para expresar lo que siente otro en cualquier parte.