A veces la ciudad, nuestra ciudad, se convierte en un desierto vibrante. Un lugar que parece arrasado, agotado. Que introduce su silencio obligatorio hasta nuestra garganta y nos asfixia. La ciudad, nuestra ciudad, parece apartarnos de su lado, dejarnos fuera del camino. Expulsados. Sin aliento y sin respiración. Lejos de todo. Cerca de nada. Pero tú ya puedes esforzarte, amigo, admirado. Porque estás lejos de estar lejos de todo. Y más aún, de estarlo de nada. Y mejor no te molestes en taparme cuando llueve. Son las goteras de mi cabeza las que le provocan humedades al corazón.
Ni mi perro ni yo comprendemos mucho el funcionamiento del Universo. Por mucho que miremos largos ratos adelante, atrás. No entendemos como tú, a pesar de no sentir nunca nada, consideras estar vivo. Claro que también es difícil diferenciar a veces cuando dices ‘temo’ de cuando dices ‘te amo’. El lenguaje es complicado para decir algunas cosas. Porque harían falta palabras con textura como “ondas electromagnéticas” o “vacío” para que alguien como tú llegara a comprender todo lo que siento aquí dentro. Que me agarra desde la punta del pie y me deja todos los músculos rígidos. Menos el de la lengua. Ese no. Ese se retuerce como un bicho inquieto dentro de una madriguera. Sosteniendo montones de palabras en la punta. En lo que tú ves un animal semi salvaje, yo veo un animal semi doméstico. Y así siempre. Nos gusta decir creo en vez de quiero.
Últimamente los sueños, no me dejan dormir. Me acuerdo de que es la vida la que te salva, a veces, de estar muerto. Y de que muchos días el mejor recuerdo de mí, eres tú. Me gustaría tener una llave que abriera a las personas. Les diría: ‘toma, te dejo todo esto aquí adentro’. Cosas que no me atrevo a decirles, porque pienso que no les caben. Tu corazón está dentro de mi cabeza. Y casi todas las noches nacen aquí algunas bestias, que encuentro después dormidas sobre mi pecho. Pero no conozco a nadie que se sienta a salvo. Esto es lo que hay. Siempre. Hasta que hay otra cosa.
La desaparición es el acto más cercano a conocerte que conozco. Y parece que no es nada, pero desaparecer no es algo que se pueda hacer por uno mismo. Porque hasta para sentirte sola necesitas a los demás. Porque es falso que exista una soledad donde encontrarse. Así que son unánimes los gritos que me dicen ‘Quédate’. Igual de unánimes que los que me dicen ‘Que te vayas’. Decir “sería bonito volver a verte mañana” en el fondo es decir “sería bonito ir a ayer y no regresar” y eso sí que es extraño. Como lo es, que me mantenga despierta soñar.
Lo que quiero decir, es que te quiero porque eres la ausencia de camino y traspasas la frontera de la piel. Igual que traspasas el tiempo y el espacio. O inventas una nuevas teorías acerca del amor sin medida. Sin miedo. Y que yo te entiendo, amor. Pero lo que quiero decir, es que te quiero y no tengo Plan B.
Comentarios
6 respuestas a «principio de realidad»
Qué forma tan genial de decir te echo de menos.
6 respuestas a «principio de realidad»
Un placer leerte, seguiré haciéndolo. Saludos
6 respuestas a «principio de realidad»
Cada estás más llena de fuerza. De ternura desgarrada. Y tus ojos más despiertos con cada golpe.
Gracias por escribir para ti. O para nosotros.
6 respuestas a «principio de realidad»
Precioso, como todo lo que escribes. Es una alegría cada vez que veo un nuevo relato.
6 respuestas a «principio de realidad»
Sería bonito ir al ayer y no regresar, pero se conoce tal elección demasiado tarde,cuando ya no es posible, porque hemos seguido avanzando; considéralo un truco del destino e intenta seducir en un bonito sueño, la ilusion. (Aparece de nuevo)
6 respuestas a «principio de realidad»
Uff… lejos de dejarme sin palabras, me has evocado tantas que podría destripar esta entrada linea a linea, porque ninguna tiene desperdicio. Lo que si me has dejado es sin aliento, me has inspirado tantos pensamientos, que el batiburrillo de emociones al terminar es curioso.
Me encata la frase: «Son las goteras de mi cabeza las que le provocan humedades al corazón»
Una entrada genial.
Besos rabiosos