teoría electrodébil

Tienes el don de la ubicuidad y el aporte. Vienes a deconstruirme, sí. Si buscas, me encuentras. Al fondo, ahí no. No en la luz, o al menos no hoy. Detrás de todas las venas, de las heridas vivas, latentes, abiertas. Un poco más atrás de las pequeñas tristezas, de las dantescas tragedias. Por encima de todas aquellas sonrísas. Ahí. Ahí están todas las pequeñas miserias. El ahora voy. El mañana comienzo. El hace mucho frío. El acercarse a quien acaricia y da cariño. El ego. El súperyo. Incluso el Yo. Cógelo ¿ya lo tienes? Se te resbala todo lo que agarras, así que ten cuidado.

Está claro que algo sucede aquí adentro y que si dejas suelta tu lengua y tu cuerpo tan cerca de mi nostalgia, todo lo que agarraste transcurre. Y sí, se escurre. Hay una gramática horizontal de respiración profunda, pero irregular, muy acentuada. Un bombeo incostante y una lenguita de serpiente que desea morder y ser mordida. Para no decir nada. Tú tan sólo deconstruye.

Si hubiera podido hubiera sido física. Cuántica. Para viajar en el tiempo. O teletransportarme. O decir sobre un atril muy alto, que ‘cada partícula material tiene una longitud de onda asociada, inversamente proporcional a su masa, (a la que llaman momentum), y dada por su velocidad’ mientras te cojo de los brazos para asegurarme de que si te marchas, no vuelves nunca más.