Tres años ya desde que el ala, el tornillo o la rueda dejaran de ser la expresión de un lenguaje dinámico para significar algunos minutos sintiendo que hay cosas que giran por encima del giro del mundo. Lo ingrávido, lo que no se va, lo que no se queda, lo que no vuelve, lo que no para, lo que no deja volver atrás, el ruido… Estos días me permito una exterioridad nostálgica, una conexión sonora con el silencio, un parón para escucharme decir lo que jamás hablaré ya. Él dijo antes de irse que habría que aprender de la muerte tanto como lo que sabemos de la vida. Y al final tenía razón. Por mucho que me hubiera apetecido estos años debatírselo.
Estar triste, permitirte sentirte triste. Estar alegre, permitirte estar alegre. Y sí. Es difícil mirar las cosas con amor y no ver borroso. Es difícil convivir en este estado mental, que se bate en duelo entre las interioridades que rechazan la soledad y las exterioridades raramente bien acompañadas. Estamos rodeados de un presente miserable, que se pelea cada día, cada noche, con la sonrisa. No con la sonrisa como sonrisa, sino con ESA SONRISA. La de verdad. La de sentirte en libertad. La de no sentir, en realidad. Ojalá el día explotara siempre, al menos durante un rato, con la alegría de tus ojos. Y no quedara nada. Sería un final precioso. Y extraño. Como mi lucha diaria. Contra crecer. Contra dejar de ser una niña. Contra esa búsqueda constante de un equilibro que desequilibra. Contra todo y contra nada. Pero sobre todo conmigo y a veces contra mí.
El silencio no te pide nada y aún así logra que le des todo. Obligándote a mostrar las cartas. Aplastándote contra ti mismo. Te muestra la normalización de los compartimentos estancos. Te demuestra que, bueno, tiene gracia pero después del derrumbe de todo lo que amabas, es ese mismo amor el que te enseña a no ser tan grave, a soltarte, a vivir. Que ni la verdad exacta, ni la elección concreta. El desorden a veces es tan hermoso como lo es el cielo por la noche. Lleno de pequeños puntos de luz que gritan arrítmicos lo mismo que gritamos todos. Y la vida resulta adorable en su indefensión, en esa ternura que al final se arma a medias de valor y es capaz de disfrutarse por momentos.
Comentarios
Una respuesta a «Tres años ya»
Grande eres jodia! Ni tres ni seis ni nunca, hay ladrillos de los que te has construido que son tus pilares, Puede desmoronarse el mundo cuando no están a tu lado, pero ellos sabían que los podrías levantar, y orgulloso seguro estara. El equilibrio solo la balanza sabe desde que lado está, hay un día que crees tocar fondo y cambias vaya si cambias, Nadie está en equilibrio, la vida pasa en una pequeña cuerda de malabarista que si está quieta tampoco tiene sentido ,pero hay que cruzarla con sentimiento siempre, y con valores hacia quien está a tu lado para no verte caer.
Fdo: Pauso Bat Soriano