Pitillo

No me gustan ni olor ni el sabor del tabaco. Sin embargo, hay ciertos pitillos que me traen buenas sensaciones…Uno de ellos es ese que tanto me recuerda a mi madre.

Cuando era pequeña compartía habitación con mi hermana. Ella es seis años menor que yo, así que hasta que conseguía conciliar el sueño, mi madre todas las noches se quedaba sentada encima de su cama, con la luz apagada, la puerta entreabierta, y sus piernas cruzadas una sobre otra. Susurraba una canción durante minutos, la melodía más relajante que yo haya oído nunca. Al mismo tiempo, el pie que quedaba en el aire se movía de arriba abajo, pausadamente, haciendo un suave sonido al contacto con su pantalón. (Por cierto, ese es un gesto heredado, y que a muchos, incomprensiblemente, pone nerviosos). Mi hermana ya se había quedado dormida, se notaba en su respiración, profunda como un suspiro a la noche.

Pero yo… No lo conseguía hasta que oía el chasquido de aquel mechero, y la primera bocanada de su pitillo. Entonces, veía como el pequeño fuego se convertía en la estrella fugaz de nuestra noche, y se iba tras el recoveco de la puerta, mientras yo ya dormía.

Maldito fuego, ¿qué tendrá?.